Volcanes del Sur 2016 Parte IV
Al día siguiente, partiríamos a Melipeuco, donde el Nevado de Sollipulli y el Llaima nos esperaban.
Lamentablemente, uno de esos dos no pudo ser ascendido…
Día 10 (9 feb): La Decisión
Partimos temprano rumbo a Melipeuco, más al norte de nuestra posición actual en Pucón.
Aquí, Nico y Cata nos dejarían, quedando solo 7 de nosotros – Maida, Lore, Katia, Nati, Marcelo, Seba y quien escribe, Sergio – y un solo auto, la camioneta de la Nati.
Esto sería un gran problema, porque para desplazarnos hacia los dos volcanes que nos quedaban, suponían si o si movernos en auto.
Para el Nevado de Sollipulli el problema no era mucho, ya que por ser un cerro que se hace por el día, bastaba apretarnos en la camioneta y tirar las mochilas livianas en el pick up. Sin embargo, para el Llaima, sería necesario arrendar una van, ya que las mochilas grandes ocupaban mucho más espacio.
De esa manera, luego de despedirnos de Nico y Cata – y agradecer mucho al primero por haberse desviado tanto, solo para ir a dejarnos -, armar las carpas y comer un poco, nos reunimos en la mesa para ver nuestras opciones.
La reunión, de inmediato nos acortó las opciones. En tan solo 2 días (pasado mañana) un frente de mal tiempo haría que la lluvia y el fuerte viento no nos dejara subir algún cerro, por lo que desde ese momento, la expedición estaba a punto de decidir, el último volcán que haríamos como grupo… como este tremendo grupo que ya habíamos conformado entre nosotros.
Si bien inicialmente el Llaima nos llamaba mucho más la atención – por la altitud ante todo – finalmente decidimos que el Nevado de Sollipulli sería nuestro cierre, movidos principalmente por querer subir algo un poco diferente a los últimos 2 volcanes que ya habíamos subido.
Así que solo quedaba prepararnos para el siguiente volcán e irnos a dormir…
Y para una sorpresa también…
Día 11 (10 feb): La magnificencia de la naturaleza
Despertamos muy temprano, era el cumpleaños de Katia!
Así que el cantico de cumpleaños feliz se hizo notar en la noche de la región de Araucanía – eso sí, no tan fuerte, para no despertar a los de las otras carpas -.
Esa mañana, tuvimos un muy buen desayuno, auspiciados por la torta/tarta de frutas de cumpleaños, lo que nos dio la energía para partir rumbo a la entrada de la Reserva Nacional Villarrica, para subir el Nevado de Sollipulli.
La noche era oscura y la neblina arreciaba en el camino. A medida que tomábamos altura, los pequeños pueblo emplazados entremedio de los campos, se hacían notar tenues contra el nuboso manto que cubría el fondo del valle. Era como avanzar en un sueño olvidado.
Después de casi 1 hora entre caminos ahora ya de montaña, el cual era custodiado por una inmensa quebrada a nuestra izquierda, llegamos por fin a la entrada de la reserva nacional. Como habíamos llegado antes que los Guardaparques, llenamos una hoja con nuestros nombres y la dejamos bajo la puerta –pagaríamos a la vuelta-.
Hasta ese momento, no lográbamos imaginar la magnificencia del paisaje que solo en algunas horas más, veríamos.
Comenzamos caminando entre un inmenso bosque, compuesto principalmente de enormes Coigües y densos sotobosques dominados por Coligue y Quila. A veces, entremedio, algunas solitarias Araucarias se asomaban entre el dosel. A veces, enormes troncos se cruzaban en nuestro camino, obligándonos a saltarlos o pasarlos por abajo, si este aún no tocaba el suelo. Los Chucaos, Rayaditos y Hued Hueds, nos hacían compañía con sus cantos tan típicos del sur de Chile.
Ya después de caminar cerca de 45 minutos, el bosque comenzaba a cambiar, dando paso a un gran bosque de Araucarias, las cuales cubrían gran parte de los estratos de este.
Como siempre ocurre en estos lugares, el paisaje tomaba un inusitado protagonismo, aunque muy bien justificado, ya que el contraste entre los negros suelos, las formas únicas de la Araucaria araucana y color rojo de la cumbre a la que nos dirigíamos, hacia evocar paisajes del Cretácico, cuando los tiranosaurios y los triceratops caminaban sobre la tierra. Sin lugar a duda un privilegio.
Así que luego de avanzar por tan evocadora ruta y superar un pequeño nevero, llegamos por fin a nuestro destino.
La cumbre!
Sinceramente, la gran mayoría de nosotros, al ver el pequeño cono rojo al que nos dirigíamos, no le teníamos mucha confianza respecto a la vista que debería haber desde arriba… Pero la vista nos hizo comer nuestras palabras.
Al aproximarnos lentamente hacia la cumbre, hacia el otro lado, en el horizonte, se comenzaba a vislumbrar algo impresionante.
Una inmensa masa de hielo, de más de 5 km de diámetro, se extendía ahora a nuestros pies, mientras permanecíamos en la cumbre. Una intrincada red de grietas – algunas visibles y otras no – lo cubrían, dando un aspecto único al negro hielo que conformo este glaciar, ubicado en el cráter de este Volcán.
De acuerdo a historias locales, este volcán media muchos metros sobre el nivel del mar, pero luego de una destructiva y explosiva erupción, gran parte del cono desapareció, dejando a la vista un enrome cráter, el cual con el tiempo alojó el glaciar que en ese momento teníamos ante nuestra vista.
Lamentablemente el tiempo era un bien escaso ese día, por lo que si queríamos visitar y pisar el mentado glaciar, había que ponerse en camino.
Armados con crampones y cascos, ya en la entrada del glaciar, comenzamos a caminar por él. El hielo a veces crujía a lo lejos, y a veces más cerca, cruzábamos una gran cantidad de grietas descubiertas en los ya primeros metros. A pesar de ir progresando bien, luego de ver algunas de estas cubiertas por la nieve, decidimos dejar el paseo por el glaciar solo hasta ahí, ya que de internarnos más, el riesgo aumentaba –considerando además que no estábamos encordados -. Así que luego de recorrer menos de 100 metros, decidimos emprender nuestro viaje de vuelta a Melipeuco…
Y con ello, dar por finalizados volcanes del Sur.
Día 12 (11 feb): Despedidas
Ya no quedaban más volcanes por subir, y el cielo nublado amenazaba con lluvia sobre nuestras cabezas. Esta vez no nos teníamos que levantar tan temprano, pero la probabilidad de una inminente lluvia nos hacía trabajar para guardar todo dentro de la camioneta.
Este día, la Maida partía rumbo a Temuco, para seguir rumbo a Piedra Parada, Seba ya había partido la noche anterior hacia su casa en la VI región. La Lore hacía dedo junto junto a la Maida, pero con dirección a Santiago, y luego la V región.
Solo quedábamos Katia, Marcelo, Nati y yo, quienes partiríamos rumbo a Pucón, para finalizar la expedición en unas termas. La Nati manejaba y yo iba de copiloto – el peor copiloto jajaja – ya que luego de desviarnos del camino unos cuantos kilómetros por mi culpa, llegábamos a Pucón, o más bien al taco de va de Villarrica a Pucón.
Ya llovía, mientras almorzábamos comida italiana en un restaurant de la ciudad más turística de Chile. Katia se quedaría aquí, mientras que los 3 que quedábamos, partimos a las termas de los Pozones, en la zona del Huife.
Día 13 (12 feb): El fin
La tarde anterior, logramos meternos a las termas mientras la lluvia caía constantemente sobre nosotros. Si bien en teoría el agua debería estar caliente, esta solo estaba tibia, lo que no nos ayudó mucho a soportar la fría que hacía.
Así que luego de pasar la noche refugiados dentro de la carpa, finalmente, ya en la mañana nos dirigíamos a la ciudad de Pucón nuevamente, para despedirnos de la Nati y partir cada uno con su nuevo rumbo.
De esta manera, poníamos fin a 13 días en que vivimos muchas grandes experiencias, en donde no solo nos conocimos mucho más entre nosotros, sino que además logramos forjar grandes amistades y cordadas. Si bien muchas veces tuvimos disidencias y hasta discusiones, finalmente, todo termino super bien, quedando una experiencia vivida única e irrepetible, que sin lugar a dudas, volveríamos a vivir, acá en el sur, subiendo volcanes.
Y viviendo la vida la montaña.
Gracias a todos!