Clásica travesía con un clásico clima

Con un poco de esperado retraso y con 3 compañeros de cordada menos de lo esperado, comenzamos nuestro primer día de ascenso a lo que serían 3 días de la travesía por la Sierra del Ramón desde el Provincia, pasando por la cumbre del San Ramón, hasta llegar al Cajón del Maipo por el Manzano…. que simple suena una ascensión cuando uno la describe en 3 pasos.
 

San Carlos de Apoquindo fue el punto de partida que decidimos puesto que a la vista es más agradable que puente Ñilhue y no es tan jodidamente parado. Continuamos avanzando Carolina Avilés, Katia Duhale, Mario Arias, Gonzalo López y yo tratando de mantener un paso constante y no tan, tan, tan lento ya que supuestamente era una carrera para llegar de los primeros al refugio de la cumbre del Provincia y asegurarnos un espacio para tirarnos todos dentro. De a ratos la carrera se volvía una pequeña obsesión mirando el equipo con el que subían otras cordadas por si es que llevaban sacos de dormir, y si veíamos alguna cordada tras nuestro, apretábamos cachete y nos apurábamos a hacer cumbre.
 
Casi llegando a las pasadas de roca nos encontramos por fin con los 3 compañeros faltantes: Nicolás Leiva, Enrique Marmentini y el Sicario!!!, quienes nos dieron alcance a un agotador paso.
 
Por más que corrimos, igualmente se llenó la cumbre, tanto de montañistas como de nubes, y los que llevamos una pequeña carpa “por si las moscas” preferimos ocuparlas y así ceder nuestro lugar en el refugio a quienes no habían llevado carpa. Después de todo mi joyita de alta montaña no me ha defraudado y combate tormentas a diestra y siniestra 🙂
 
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Lamentablemente, a la mañana siguiente Gonzalo me dice que cago pierna y no podría seguir (Dolor! pero nada roto, sólo un dolor incomodo). Gonzalo bajó con otra cordada y así quedamos sólo 6 montañistas y un sicario para continuar nuestra travesía.
 
La nube que se quedó a dormir en la cumbre del provincia se fue a joder a otro lado y con un cielo bello y despejado partimos los 7 en dirección al San Ramón, al cual llegamos rápidamente y en cuyo refugio encontramos a otros 3 colegas montañistas que ya iban de bajada.
 
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Donde sea que hayan estado jodiendo las nubes, al parecer se aburrieron porque se instalaron con nosotros en el refugio para no irse más.
 
Ingenuamente creímos que esas nubes se irían para el amanecer del 3º día, lo cual no fue así, sino que siguieron ahí toda la mañana nevando constantemente por lo cual tomamos la decisión de ya no bajar por el manzano sino que por la Quebrada de Macúl en cuanto se fueran las nubes. Después de todo contábamos con alimento, gas y un ron de mala muerte que alguien dejó en el refugio para recuperar vitaminas, con lo cual podríamos aguantar otra noche más. Con lo que no contábamos era con las ganas de pasárnosla encerrados.
 
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Comimos, reímos, contamos datos freak, cocimos los harapos rotos y mantuvimos el animo muy alto siempre con la fe de que en cualquier momento iba a dejar de nevar y las nubes se aburrirían de nosotros y se irían a molestar a otro lado. Pero, gracias a la tecnología de hoy en día, nos comunicamos con los guardias de San Carlos de Apoquindo quienes nos dijeron que incluso a ellos les estaba nevando, lo cual no era muy esperanzador ¬¬.
 
Al paso de las horas nos llaman para decirnos que finalmente estaba mejorando el clima en la civilización. Pero para nosotros seguía igual.
 
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A pesar de ello decidimos, a las 16:30 hrs. del día lunes 16 de septiembre de 2013, empezar a bajar contra viento y nieve antes de que alguien se aburriera y se suicidara con una tapita de Ron Jamaica. Nadie se arrepintió de esa decisión y a mi gusto fue la mejor decisión que pudimos tomar.
 
Por primera vez avancé con viento blanco, con la ayuda de silbatos para no perdernos y con un mapa mental de cómo llegar hasta el lugar más seguro para bajar: El Cajón del Muerto… o Valle de la Muerte según la Caro. Así seguimos, viendo como nuestras barbas y pelo se volvían blancos con la nieve que continuaba cayendo, hasta que en un momento inesperado, casi llegando al cerro La Cruz, las nubes se dieron cuenta que no se la podían con nosotros y abrieron paso al sol justo para que pudiéramos ver uno de los mejores atardeceres que he visto en mi vida y ojalá tenga la oportunidad de volver a ver.
 
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Luego de una adrenalínica pasada de roca, un par de horas de caminata bajo la luna por la Quebrada de Macul y una pequeña torcedura de tobillo de un compañero, llegamos al asfalto para despedirnos de lo que fue un gran fin de semana y una gran experiencia, la cual mantuvimos siempre con un enorme animo, energía y adrenalina. Cada uno para su casa a descansar y disfrutar de unas buenas y merecidas Fiestas Patrias.
 

 

Por:
Diego Andrés Ibaceta Ulloa.

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