Laguna Garañino
El 26 de marzo con Leticia Celador, Ulli Sadner, Eduardo Quezada y Álvaro Vivanco, todos del DAV, salimos a conocer la Laguna El Azufre, según IGM, pero que los arrieros llaman Garañino, nombre que además dan al cajón en que ésta se encuentra. Desde Baños Colina enfilamos al Este y pasamos frente a Nieves Negras, al pie del Volcán San José.
Desde la Vega Nieves Negras, seguimos el caudaloso Estero Colina que tuerce hacia el Sureste. Luego de unas 3h nos encontramos con una formidable vista al Morro Negro.
Tras poco más de 4h, alcanzamos el cajón del Garañino, que tributa sus aguas al Colina desde el Sur y que ya a la distancia dejaba ver las muchas cumbres que lo clausuran.
El cajón asciende suavemente a través de un terreno ondulante, con la cara sur del San José como telón de fondo.
A medida que avanzábamos, aparecían nuevas y desconocidas cumbres, a las que probablemente ni siquiera se les ha hecho un intento. Entre ellas el hermoso torreón de la P4638.
Después de 7h de caminata, llegamos a la Laguna, que apenas distinguimos entre las colinas al pie de la P4260.
Con las últimas luces de la tarde parecieron incendiarse en fila el San José, el Manutara, el Panamericano y el Amarillo.
Desde el campamento en la laguna, las cumbres todavía se veían bastante lejos y además poco amistosas, así que salimos con no mucha convicción hacia la P4260, mientras al frente, hacia el Oeste, la aparentemente inescalada vertiente oriental del Morro Negro (4276m) nos mostraba sus mejores colores.
De a poco se iluminaban nuevas agujas, como la que parece ser la fronteriza P4752, que se antepone al mítico cerro Castillo (5468m).
En la parte más meridional del cajón, destaca la P4412, que se interpone entre el Garañino y el Cajón de la Mediagua.
El camino a la P4260 estaba surcado de un par de quebradas profundas que harían más largo de lo pronosticado el intento, así que calculando que el regreso al auto nos tomaría bastantes horas, decidimos cambiar de objetivo hacia una punta que prometía buena vista.
Ahí nos alcanzó el sol, así que nos quedamos largo rato contemplando las enormes posibilidades que brinda el valle y calculando que para hacer algo por ahí, se necesitan al menos tres días.
A mediodía estábamos de vuelta en la laguna …
… aunque la actividad había empezado bastante antes.
En conclusión, un valle hermoso y solitario que vale la pena visitar incluso por la sola caminata, pero que ofrece altas cumbres sin nombre y muchas rutas comprometidas por abrir.
Eduardo Atalah
Marzo de 2011