Gran Placa
Sí, ya sé, ya sé, suena como el sueño dorado de dentistas, pastas de dientes y enjuagues bucales. Y quizás podria llegar a serlo….
De hecho, acudiré a tu imaginación, querido lector. Lee y responde a las siguientes preguntas antes de continuar:
– ¿Sabes como luce un diente?
– ¿Has comido chocolate?
– Si comes chocolate por un lado, y sale del mismo color por el otro, ¿seguirá siendo chocolate?
– ¿Puedes imaginar ese mismo diente cubierto del chocolate que entró o que salió? (la elección es tuya).
Bueno, ya tienen una idea aproximada y totalmente equivocada de como luce la gran placa, gracias por perder el tiempo miserablemente. Continuemos.
Como la exigua sonrisa de un viejo desdentado, nacen desde las entrañas de un pequeño valle 3 placas de roca, adosadas a grandes paredes de variopintos colores. Cuyos nombres repetire solo para evitarte la entretenida tarea de leer este relato.
Tal como las 3 carabelas de Colón hace ya mas de 500 años, surgen en la inmensidad pétrea de nuestra cordillera de los Andes estas 3 placas de roca de mas de 200 metros de altura cada una. Y ahí se acabo la comparación, ya que aparte de ser 3 en nada más se parecen, pero se veía tan bonito que no me resistí a escribirlo.
Placa Roja, Placa Gris y Gran Placa. Si Colón tuviera la oportunidad seguro que rebautiza a sus carabelas así.
Y bueno aceleremos un poco esto de la geografia…Baños Morales…bla, bla, bla…Cajón del Maipo…cerros, carretera y busca un mapa y ve las fotos y no me we….más!!! Eso.
Gran Placa, más de 300 metros de altura, 7 largos de escalada, 24 horas de jugo. Porque cuando uno da jugo, tiene que hacerlo a lo grande!!
Todo esto partió como a las 5:30 am, hora en que pase a recoger a mi partner de escalada, Nico Moreno. Y escojo ese punto de partida porque quiero, a mi me tincó y Uds. se lo aguantan, mira que venir a leer un relato ajeno y ponerse a opinar, a lo que hemos llegado…
Después de su rato manejando, repartiendo equipo, caminando por el rico acarreo de aproximación y llegando a los pies de la vía. Contemplamos por primera vez en algo diferente a una foto la ruta «normal» de la Gran Placa. Hasta ese momento toda la información que manejábamos se basaba en datos algo imprecisos extraídos de los escuálidos recuerdos de Fica acerca de su propia escalada (a quien le debemos un gracias ya que su información fue muy valiosa). Así que complementando su información con algunas fotos, más lo que viéramos en ese momento desde los pies de la ruta tendría que ser suficiente para escalarla.
No lo negaré, desde abajo lucía imponente. Una larga arista rocosa, discontinua en algunos tramos y con un crux dificil de divisar desde donde nos encontrábamos, pero presente en nuestra imaginación con la referencia «como en el cuarto largo…» . Una escalada de graduación baja/intermedia, en roca de mediana calidad y considerablemente «sellada» en buena parte de la ruta. Lo que traducido seria equivalente a decir que la roca se sale pero no tanto, no siempre hay donde proteger (poner equipo) y lo que hay o se cae o es psicológico, un digno ejemplo de la escalada clásica en los Andes Centrales.
Partí yo escalando el 1er largo, encontré unos clavos de una antigua reunión pero seguí de largo. Tan solo estaban a unos 30 metros del suelo y mientras menos reuniones hicieramos mas rápido avanzaríamos. Los largos continuaron y terminando el 3ero llegamos a lo que conoceríamos como el Crux de la ruta. Un techo que sobresalía por la arista nos esperaba, esquivarlo era nuestra unica opción y fue lo que hicimos. Tras varios intentos por parte de Nico y una considerable dosis de confianza en seguros que ni siquiera en apariencia aguantaban, logro sacar el crux.
Esquivamos el techo montándonos por la izquierda y luego traveseando hasta subirnos sobre éste. De ahi la vida fue mas linda, tanto que no recuerdo nada sino hasta que llegamos a la cumbre. Momento en el cual despues de cerca de 7 largos de escalada sentí como cierto componente distintivo de género, crecía a proporciones descomunales impidíéndome caminar cómodamente. Esto del ego es una cosa impresionante, Freud me habría entendido.
Después de los abrazos, los vitoreos y el crecimiento … «interior» nos dispusimos a bajar. La información más valiosa de toda cuanta nos proporciono Fica fue por donde bajar y como hacerlo. «Caminando unos 30 metros mas abajo de la cumbre al otro lado de la placa, encontraran del costado izquierdo una reunión con clavos desde donde podran rapelear a una terraza…»
Lo que NO dijo es que había que bajar esos 30 metros por un acarreo bastante suelto. Pero déjenme ponerlos un poco en contexto. Imaginen una plataforma mitad escalonada, mitad inclinada completamente cubierta de material suelto. Ahora bien, esta plataforma tiene a su derecha una caída de unos 300 metros, y unos 50 a 100 del lado izquierdo. Todo lo que pisábamos se movia y puesto que ocasionalmente el material caia por los costados de la placa espero puedan entender la brusca reducción de mi ego al tamaño «es niñita, es niñita». Mi asustada persona y Nico descendimos los dichosos 30 metros y encontramos finalmente la reunión por la cual teníamos que descender.
Como ya habrá imaginado algún avispado lector, todo lo que sube tiene que bajar. Y esos más de 300 metros que habíamos hecho de subida ahora los deberíamos hacer de bajada. Y matemáticas más, cálculos menos, nos queríamos ahorrar todos los rapeles que pudieramos e intentado seguir el consejo de Fica nuestra salida seria por «atrás» de la Gran Placa, la cual de misteriosa manera conecta poniendo algo de esfuerzo, con el cajón de lo Valdés.
Para llegar a tan idilica bajada debían mediar un par de rapeles, una ascensión hasta la «frontera» con el valle y luego simplemente bajar hasta el sendero para retornar al vehículo. Esa era nuestra planificación original.
En la práctica, rapeleamos unos 25 metros hasta la siguiente línea de rapel, la cual era una terraza sobre la unión en barro petrificado entre la Gran Placa y las paredes de roca del cerro que se encontraba detrás de esta. Ya había empezado a anochecer, y estabamos más o menos bien con la hora, con la orientación, con el rapel…
….¿dije con el rapel? eso sí que fue un rapel de mierd… todo el material suelto y con cantos filosos, perfecto para un rapel tranquilo y relajado. Había que pisar con delicadeza para evitar botar cualquier piedra que tuviera el ánimo de dañar la cuerda que colgaba varios metros más abajo. Pero por más delicado que pisara, bastaba con mirarla un poco para que jugase a probar la ley de la gravedad, y junto con esa varias de sus compañeras caian. Al final de mis 25 metros le tocó a Nico y corrió con la misma suerte. Aunque debo reconocer que nuestra suerte fue indecisa, nada le paso a la cuerda, pero nos frenó el impulso bloqueando la cuerda e impidiendo recuperarla.
25 metros tuvo que subir Nico para soltarla y volver a bajar, digo Nico porque a la hora de echar las suertes de a quien le tocaba ir un repentino ataque de locura me salvó a mi el hacerlo. Logramos recuperar la cuerda y seguir bajando. Nuevamente fui yo primero, ya disfrutando de la oscuridad de la noche. Llegué a la confluencia de 2 placas, 3 acarreos y el agotamiento de las pilas de mi linterna. Y una total ignorancia sobre hacia donde habia que «subir» para salir de ahí.
Cuando Nico bajó ya nuestra suerte estaba echada. No encontrábamos la salida que nos habia aconsejado Fica, la oscuridad era total y mi linterna estaba casi muerta, iluminando tan solo un par de metros por delante mio. Subir y bajar por donde vinimos ya no era opción, la pésima calidad de la roca nos disuadió por completo.
Así que como todo lo que sube tiene que bajar, buscamos por donde bajar para seguir rapeleando. Como esa bajada no formaba parte de nuestra planificación original no teniamos idea de cuan larga sería, solo teniamos la certeza de que nos faltaban menos de 4 rapeles para llegar al valle, este subía rápidamente por el costado de la Gran Placa y no finalizaba sino hasta después del límite de la misma.
Y bueno, hacia abajo era la cosa. El primer rapel nos llevo por un acarreo hasta el borde de una placa, tuvimos que regalarle a la roca parte de nuestro material de escalada al no encontrar ni un lugar digno de un cordín o nudo empotrado. Ese rapel se lo gano Nico.
Siguiente rapel para el peladito, pared vertical, filosofía del momento «la terraza no es terraza hasta que llegas a ella». Bonita terraza, pelado sonriente, justo a los 55 metros de rapel. Amplia, no muy protegible, pero con algo de esfuerzo encuentro puntos de anclaje para el siguiente rapel.
Le toca a Nico, y toca fondo!!!!! Logramos llegar al valle. No más rapeles, ahora sólo a disfrutar de un acarreo duro, con pendiente fuerte y con una sola linterna. Después de su potocross respectivo y su caminata nocturna llegamos al vehículo. De vuelta para Santiago, 5:30am en casa de Nico.
24 horas de puerta a puerta, entre jugo, cansansio y horas perdidas de sueño habíamos logrado escalar la Gran Placa.
Peladín Colorado, este relato se ha acabado 😉