Expedición al Plomo 2010, la última del Bicentenario.
“Estamos bien los 18 en agostini”, “Plomo por la cara olvidada”, “las lajas de terror” o “los zombies también son montañistas” son algunos nombres que podríamos ponerle a este “paseo” como dicen algunos por ahí.
Todo comenzó en el parque Araucano, con los entrenamientos en que al principio terminábamos casi apunados. Luego vinieron las salidas al pintor y leonera, ambas con mucho Frio VIENTO. Fue una preparación buena, donde además de aclimatar, se comprendió lo frio q puede ser la montaña.
El 26 partimos desde Santiago, alrededor de las 4 pm. A la hora de partir el pronóstico no era muy alentador… decía algo más o menos así: 27 de diciembre nubosidad parcial; 28 nubosidad parcial con posibles chubascos, 29 (día de cumbre) nublado y posibles chubascos, 30 despejado.
El día 26 todo estuvo tranquilo, con una pequeña caminata desde Valle Nevado hasta Piedra Numerada.
Esa noche estuvo muy agradable, sin viento y una temperatura tal que nos permitió hacer una gran ronda y conversar, jugar cartas y otros juegos mientras todos probamos una exquisita tortilla de patatas a la española preparada por quien hoy ostenta el altísimo cargo de Miss CAU 2010.
En la mañana todos despertamos sorprendidos de lo agradable que estaba el tiempo, totalmente despejado y sin viento, tal como en Santiago.
Algunos se atrevieron a predecir que el Plomo iba a ser mucho más agradable de subir que los cerros de preparación, debido a las condiciones climáticas. Pocas horas más tarde se dieron cuenta de que no estaban en lo cierto y que el Plomo nos preparaba algo distinto. Justo al momento de partir caminando después de haber desarmado el campamento, se comenzó a nublar. Subiendo hacia federación se puso a nevar, y cuando llegamos a armar el campamento ya se estaba juntando nieve en lo que pocas horas atrás eran agradables pircas con suelo de tierra….. Nevó y nevó y no paró durante varias horas, acumulándose una considerable cantidad de nieve. Pero alrededor de las 6-7 de la tarde se despejó totalmente, y comenzó a soplar un viento del norte bastante helado.
Este fue el principio de grandes dudas y responsabilidad para los organizadores. Se comentaba por todos lados que el día siguiente (28 de Dic) era la opción de ir a cumbre, que iba a estar despejado pero con mucho viento y muy helado. Para fortalecer este pensamiento, llegó la noticia de Santiago de que los próximos 2 días venía una tormenta. Después de mucho pensarlo se llegó a la siguiente decisión, la cual no le gustó a algunos: No íbamos a cumbre el 28, sino el 29 tal cual era el plan inicial. Si el 29 amanecía muy feo, se haría el último intento el 30, bajando ese mismo día a Santiago. Fue difícil decidir, pero debido a que la gran mayoría no había probado los crampones en sus botas, que había algunos no muy bien aclimatados y también no todos tenían la mejor ropa para resistir un día de viento blanco, se decidió esperar. También nos acordamos de las palabras de Ernesto Olivares: “El que le sabe esperar, le sabe llegar”. “En el peor de los casos el cerro siempre va a estar ahí para otro intento”.
Estaban todos medios tristes, pero Lo bueno esa tarde fue que nos prestaron el domo de Mountain Hard Wear donde todos cenamos y jugamos, olvidando las preocupaciones……..
El 28 de diciembre amaneció totalmente despejado, con viento blanco tal cual esperábamos. Algunas personas que salieron a hacer cumbre tuvieron que volverse por el frío. Pero un grupo que acampaba cerca nuestro partió como a las 7 de la mañana hacia la cumbre, y tuvieron la suerte de que un poco mas tarde el viento bajó y pudieron hacer cumbre ya que se mantuvo despejado hasta bien tarde. Nosotros probamos y regulamos crampones practicando en el Hielo del Iver. Al volver, ya estaba todo cerrado nevando fuertemente y con bastante frio. Nevó varias horas, pero en la tarde empezó a despejar.
A la mañana del dia 29 de Dic, Domingo Lama nos despertó a las 3 de la mañana con un agradable grito: “ Cabros a despertarse que hoy hacemos cumbre!!!. Está totalmente despejado!!” Nos levantamos y preparamos para el largo día de cumbre, y a las 4 de la mañana ya estábamos empezando a caminar, con la esperanza de que el día sería todo un éxito.
Estaba todo nevado y había que abrir huella, con una nieve que en el campamento llegaba apenas a los tobillos, pero que pasado la Hoya ya llegaba casi a las rodillas y de ahí hacia arriba peor aún. Lo bueno es que no hacía mucho frio y no corría nada de viento. Partimos 24 hacia la cumbre, 18 por la ruta “normal” y 6 por el Iver. Al llegar al refugio Agostini, el tiempo había cambiado bastante, estaba con nubosidad alta y empezaba a nevar, pero siempre “sin frío” ni viento. Seguimos hacia arriba, ya que estábamos bien encaminados y eventualmente el tiempo podía mejorar.
Pero el tiempo empeoró y se tapó aún más cuando estábamos cerca de la Pirca del Inca. Fue ahí donde nos pasamos del traverse más directo hacia la Pirca y seguimos subiendo de forma más vertical. Si bien habíamos perdido la ruta tradicional estábamos todos bien y sin frío, y no estábamos perdidos realmente, pues sabíamos perfectamente como volver al campamento en caso de que fuera necesario.
En ese momento los organizadores decidieron volverse, pero como todo estaba “tranquilo y bajo control” se decidió subir una pequeña cumbre de la cual estábamos muy cercanos. Fue un trabajo difícil y lleno de piedras lajas muy resbaladizas, y prácticamente todo el tiempo con la nieve a la rodilla o más. Finalmente llegamos a la pequeña cumbre “La cumbre de las lajas” como la llamamos.
Desde ahí se podía llegar bastante fácil hacia la pirca del inca, donde vimos unas personas desarmando campamento, listos para bajar por la ruta normal. Sabíamos que estaba Ernesto Olivares, por lo que decidimos ir a juntarnos con ellos con la idea de bajar con ellos por la ruta Normal y no por las Lajas resbaladizas. Al juntarnos con Ernesto, nos recibió muy alegre, con una risa y diciendo que habíamos subido por “la cara olvidada”. Nos abrazamos y nos dijo que el nos abriría huella hasta la cumbre. “Cabros, nada de dejar las cosas a medias” y agrego: “yo los llevo para que no se pierdan”. Así fue como partimos hacia la cumbre, donde nos esperaba un viento muy fuerte, donde costaba caminar y se helaba todo… Ernesto nos guió y tuvimos que parar como 4 veces a hacer “Pingüino emperador” para poder soportar el viento de la expuesta zona a la cumbre, pasada la zona del Oratorio.
Después de una cumbre muy helada en que todos nos abrazamos, sonreímos, rezamos y gritamos un “Ce Hache I – Ele E “, sacamos una foto de cumbre y partimos de inmediato hacia abajo. Fue un rápido Touch and Go.
Por mucha nieve no pudimos bajar por la ruta normal, sino que tuvimos que hacer de nuevo la ruta de las lajas….Al parecer al subir habíamos hecho la mejor ruta, pues el exceso de nieve de la zona del Iver y su pendiente dejaban ese lado con peligro de avalancha.
Normalmente el relato terminaría aquí, pero en este caso no fue así. Al llegar al campamento, nos dijeron que estaban todos preocupados por nosotros, y que habían mandado a una cordada de rescate por si acaso, pero que sólo había llegado a Valle Nevado. Mandamos con Ernesto la noticia a Santiago de que estábamos todos bien después de una hermosa cumbre. Pero al llegar la noche tuvimos un nuevo problema, 2 integrantes del grupo se habían quemado los ojos. Con tanta nieve y al ocupar Balaclava se les empañaban los lentes y no los ocuparon en todo el día. Al oscurecer empezaron a tener dolores y a quedar prácticamente ciegos. A la mañana siguiente, 30 de Dic., no podían abrir los ojos. Tratamos por todos los medios de conseguir mulas y caballos para bajarlos, pero por ser una fecha muy cercana a año nuevo no lo logramos. Así que decidimos bajar guiando a los ciegos, mientras que desde Santiago se coordinaba el envío de mulas que finalmente llegó cuando estábamos a 15 min. de los autos.
Para sorpresa de todos, bajamos bastante rápido, casi al ritmo normal. Pero al estar como a 15 minutos de los autos nos encontramos con un arriero que nos iba a buscar, lo habían mandado de Santiago por un mal entendido. Al principio los “ciegos” no querían subir a los caballos, ya que sabían que estábamos al lado de los autos. Pero no podíamos dejar al arriero sin “trabajo”, ya que el venía con la mejor voluntad del mundo. Asique le pagamos y le dimos las gracias.
Al llegar a los autos la mayoría creyó que por fin todo había terminado, pero según los conductores la bajada hacia Valle Nevado fue lo más peligroso de la expedición. Había un barro como jabón, donde era totalmente inevitable roncearse, a pesar de ir enganchado en primera y en “4 Low”.
Finalmente, llegamos todos salvos a Santiago, con 2 personas con los ojos quemados, pero lo más importante es que TODOS ESTAMOS MUY FELICES Y ORGULLOSOS por todo, y por sobre todo muy agradecidos de Ernesto Olivares. Abajo, una foto para que nunca olviden ocupar lentes de sol en la montaña, sin importar esté nublado o soleado!