Gemelos
El Gemelos es una montaña fronteriza de 5240m que forma parte del Parque Andino Juncal, en las cercanías de la estación de esquí de Portillo. Se alza entre los Pasos Navarro por el Norte y Gemelos por el Sur. Visto desde la vertiente argentina, destaca por dos cumbres simétricas que están en el origen de su nombre, mientras que desde el Oeste, el cerro exhibe una abrupta cara surcada por un glaciar colgante cuyos hielos contribuyen al nacimiento del estero Navarro, afluente del río Juncal.
Cuando visité Canchitas y vi por primera vez la pared Suroeste del cerro Gemelos, quedé con la sensación de estar ante un problema más allá de mis recursos y me contenté con mirarla desapasionadamente, como quien mira la Norte del Alto Los Leones o un récor de la Köbrich, lindo pero imposible.
Así que cuando con Tom y David planificábamos un cierre de año como la gente y surgió la opción del Gemelos, reconozco que algo de garganta seca y de nudo en la tripa hubo. Pero bueno, fue mencionarlo y ya estábamos de acuerdo. Saldríamos el 25 de diciembre, haríamos cumbre el 26 y dispondríamos del 27 para regresar.
Por un desgraciado incidente, Tomás Torres nos avisó un día antes que no podría salir con nosotros, así que a media mañana del día de navidad, solo David Valdés y Eduardo Atalah las emprendimos hacia el Gemelos. La caminata comenzó en Hornitos, desde la caseta de guarda parques, siguió por Canchitas, continuó por la morrena y tras 6 horas, concluyó por debajo de los enormes seracs de la lengua frontal del glaciar Gemelos, donde junto a un hilo de agua gélida, armamos el vivac a 3.800m.
El lunes, la jornada comenzó a las 3,30 de la mañana. Partimos por montarnos a un plateau sobre la lengua glaciar, el que atravesamos de sur a norte hasta alcanzar un nevero que cae desde la cumbre en paralelo al glaciar y por un costado de la línea de seracs que cuelgan en dos secciones de la pared. El nevero parte surcado por una rimaya que en la oscuridad minimizamos y tras la cual la pendiente gana inclinación hasta alcanzar unos 60° en la salida hacia un espolón de rocas que se cruza con la segunda línea de seracs aproximadamente a los 4.300m.
Tras la roca, que superamos con un gateo sencillo y luego de poco menos de 4h desde la salida del campamento, se abre un segundo y más extenso nevero que recorrimos en unas 5h más. Con una pendiente sostenida de hasta unos 55° de nieve dura y bandas de hielo, pasa por el costado de la tercera línea de seracs y cerca de los 4.900m sale hacia la izquierda (Oeste) entre dos enormes morros rocosos hasta alcanzar la parte superior del cerro, donde la nieve da paso a un acarreo fino y blando que pasa por el sur de la cumbre norte y enfila entre un paisaje tomado de otro cerro, hacia el Este, directo a tres torreones rocosos que se recortan en el horizonte.
Lo primero que pensé es que los torreones estaban a una maratón de distancia y que las piltrafas que quedaban de mi no serían capaces de treparlos, a diferencia de David que avanzaba como saeta hacia el objetivo. Afortunadamente la montaña fue benevolente y en poco pero sufrido tiempo, como a una hora de dejar la nieve, cerca de las 2,30 de la tarde llegamos a la base del torreón norte.
Luego de derramarme con vista al magnífico Tolosa y echar afuera unos lagrimones de alegría-emoción-cansancio-liberación, David sugirió que el torreón Sur era más alto. Cuando me decidí a pararme, David ya estaba encaramado al otro lado. Yo todavía no dejaba atrás el torreón del medio cuando me gritó que tenía el testimonio de cumbre. Lo habíamos logrado.
La caja de cumbre es un frasco de vidrio como de mermelada y adentro encontramos un testimonio del 2007 de unos chilenos y otro anterior de un alemán. Hacía frio y el cordón del Plata se estaba cubriendo hacia el Este, al igual que el vecino Aconcagua por el Norte. En las cercanías se divisaban las Torres Vírgenes y más allá los Leones, el Doris, el Nevado del Plomo y el Juncal, pero no hubo mucho tiempo para contemplaciones. Lo más duro estaba por venir.
El descenso por el nevero fue un parto. El hielo nos obligó a rapelear algunos tramos y a desescalar casi todo el resto. Una caída salvada justo a tiempo con autodetención, me dejó con toda la cuerda de mi lado y a David con unas cintas y un par de tornillos como 100m por encima. La maniobra para juntarnos fue lenta y entre pitos y flautas, se nos hizo de noche justo cuando alcanzamos el inicio del espolón de roca a 4.300m.
El rapel nocturno no es nuestra especialidad, menos si por abajo espera hielo, así que optamos por acomodarnos a ver como pasaba la noche triste. Estábamos tan cansados que hasta nos dio lata derretir nieve. Tras varias horas de castañeteo y temblores, solo interrumpidos por la interminable estela del cometa Lovejoy, finalmente despuntó el alba y quedamos listos para seguir nuestra carrera de desescalamiento, primero por hielo y nieve muy dura y luego por nieve apestosamente blanda. La luz del día nos hizo cruzar la rimaya con tantas aprensiones como inconsciencia usamos para superarla en el ascenso y después de sortear las varias grietas del plateau de la lengua frontal, finalmente a las 10 de la mañana regresamos a nuestro saco.
Una siesta nos permitió saborear mejor el cerro que, analizado tras la experiencia, no es tan difícil como parece desde la distancia. Solo requiere mucha precaución y algo de estado físico. Un mes antes o durante una temporada menos seca, probablemente todo habría sido más rápido y menos expuesto. Tal vez sea opción dividir el ascenso de la pared en dos jornadas, pero creo que fuera de la salida del espolón de roca a 4.300m, no hay muchos lugares donde acampar.
Eduardo Atalah, enero de 2012
2 comments to “Gemelos”
Buenisimo!!! nada mas que decir!
Un cerro para disfrutar en frío, con una copita en la mano y varios días después de la ascensión